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lunes, 13 de enero de 2014

LIBRO DE BUEN AMOR. JUAN RUIZ






  LIBRO DE BUEN AMOR. JUAN RUIZ


Juan Ruiz, arcipreste de Hita, vivió durante el siglo XIV. Probablemente nació en Alcalá de Henares y fue arcipreste del pueblo de Hita (Guadalajara). Por lo que se deduce de sus escritos debió ser un hombre alegre, amante de la buena vida y culto.

La única obra que nos ha dejado es el Libro de buen amor, formado por un conjunto de poemas de temas muy variados: el dinero, el amor... Nos cuenta en primera persona sus verdaderos o fingidos amores, y entre ellos enlaza otros asuntos: poemas dedicados a la Virgen, coplas de estudiante, cuentos, fábulas... En la obra predomina la cuaderna vía, pero también utiliza otro tipo de estrofas, reflejando así la decadencia del mester de clerecía en el siglo XIV. El mismo autor dice que escribió el libro para que las personas eviten el amor loco, sin embargo, se atribuye aventuras amorosas con todo tipo de mujeres.

Una de las aportaciones de esta obra es la creación de personajes como la Trotaconventos, alcahueta que inspiró más tarde al autor de La Celestina.







A continuación puedes leer un fragmento del episodio de don Melón y doña Endrina, en el que se nos relata una de las aventuras amorosas más conocidas del Libro del buen amor. Está escrito en primera persona, lo que no significa que se trate de un asunto realmente vivido. La forma autobiográfica era un recurso  literario, muy frecuente en la época, mediante el cual el autor lograba captar la atención y el interés del lector.

Don Melón comienza contándonos sus penas amorosas y su propósito de confesar su amor a la
causante de ellas. A continuación nos canta la belleza de la dama en una estrofa llena de lirismo y emoción; pero sin describirla para que usemos nuestra propia imaginación.

Luego comenta que lo más conveniente para hablar de amores es la soledad y las dudas que le asaltan ante la relación amorosa. A continuación empieza el diálogo entre los enamorados: él, el hombre, el conquistador, utiliza su palabrería para seducir a la dama; ella, la mujer, utiliza respuestas breves y desconfiadas para resistirse al menos en los primeros momentos. Hay que considerar que los papeles de la mujer y del hombre en aquella época son ligeramente diferentes a los de la sociedad actual.


Amigos, grande es mi pena, y puesto estoy en la honda;
a la dama voy a hablar, quiera Dios bien me responda.
Me abandonó el marinero de repente en la mar honda
y dejóme solo, aislado, sin remos, con brava onda.

¡Cuitado! ¿Podré escapar? Tengo miedo de ser muerto;
aunque miro a todas partes no consigo hallar un puerto.
La esperanza que me queda para ponerme a cubierto
reside en aquella sola que me trae penado y muerto.

He de razonar con ella y decirle mi quejura,
he de hacer que mis palabras la inclinen a la blandura;
hablándole de mis cuitas entenderá mi amargura:
a veces con chica frase se consigue gran holgura.

¡Ay, Dios, cuán hermosa viene doña Endrina por la plaza!
¡Ay, qué talle, qué donaire, qué alto cuello de garza!
¡Qué cabellos, qué boquita, qué color, qué buenandanza!
Con saetas de amor hiere cuando los sus ojos alza.

Pero tal lugar no era para conversar de amores;
acometiéronme luego muchos miedos y temblores,
los mis pies y las mis manos no eran de sí señores,
perdí seso, perdí fuerza, mudáronse mis colores.

Unas palabras tenía pensadas para decir,
la vergüenza ante la gente otras me hace proferir;
apenas era yo mismo, sin saber por dónde ir;
mis dichos y mis ideas no conseguían seguir.

Hablar con mujer en plaza es cosa muy descubierta
y, a veces, mal perro atado está tras la puerta abierta;
es bueno disimular, echar alguna cubierta,
pues sólo en lugar seguro se puede hablar cosa cierta.

-"Señora, la mi sobrina, la que en Toledo vivía
a vos se encomienda mucho, mil saludos os envía;
si hubiese lugar y tiempo, por cuanto de vos oía,
tendría placer en veros y conoceros querría.

"Deseaban mis parientes casarme en esta sazón
con una doncella rica, hija de don Pepión;
a todos di por respuesta que no la querría, no.
¡Mi cuerpo será de aquella que tiene mi corazón!"

Luego, hablando en voz baja, dije que disimulaba
porque toda aquella gente de la plaza nos miraba;
cuando vi que se marchaban y que ya nadie quedaba
comencé a decir la queja de amor que me lastimaba

[Faltan los dos primeros versos de esta estrofa]
que nadie sepa lo hablado, este juramento hagamos;
si dos amigos se celan, serán más fieles entrambos.

"No existe nadie en el mundo a quien ame como a vos;
el tiempo va transcurrido de los años, más de dos,
que por vuestro amor padezco, pues os amo más que a Dios;
no quiero que otra persona medie entre nosotros dos.

"Con la gran pena que paso vengo a deciros mi queja:
vuestro amor y mi deseo que me hiere y que me aqueja;
no se alivia, no se marcha, no me suelta, no me deja,
tanto más me da la muerte cuanto más de mí se aleja.

"Recelo que no escucháis nada de lo que he hablado,
hablar mucho con un sordo es locura, error probado.

Creedme; el amor que os tengo es mi único cuidado,
tan sólo, por este amor estoy triste y amargado.

"Señora, yo no me atrevo a deciros más razones
hasta que vos respondáis a mis consideraciones;
decidme vuestro querer, veamos los corazones."
Ella dijo: -"Tal discurso no aprecio ni en dos piñones.

"Así es como engañan muchos a muchas otras Endrinas,
los hombres son engañosos y engañan a sus vecinas;
no penséis que estoy tan loca que escuche vuestras pamplinas.
Buscad a quien engañéis con vuestras falsas espinas".

Yo le dije: -"¡Oh, cruel, hablaremos con gracejos!
los dedos son de una mano mas no todos son parejos;
no todos los hombres somos de unos hechos y consejos.
De piel blanca y negra piel hay, pero todos conejos.

"A veces son castigados los justos por pecadores,
muchos sufren perjuicios por los ajenos errores;
la culpa del malo daña a los buenos y mejores,
sobre éstos cae el castigo, no sobre los malhechores.

"El pecado que otro hizo no sea para mí mal.
Permitid que hable con vos allí, bajo aquel portal;


si os ven hablar en la calle, quizá alguno piense mal,
en cambio allí, sin rodeos, os diré mi amor leal".

Paso a paso, doña Endrina bajo el portal es entrada,
bien lozana y orgullosa, bien serena y sosegada,
los ojos bajó a la tierra, en el poyo fue asentada;
yo volví a la explicación que tenía comenzada.

Fragmentos del Libro de Buen Amor   Juan Ruiz, Arcipreste de Hita  

Historia de Pitas Payas
No abandones tu dama, no dejes que esté quieta:
siempre requieren uso mujer, molino y huerta;
no quieren en su casa pasar días de fiesta,
no quieren el olvido; cosa probada y cierta.
Es cosa bien segura: molino andando gana,
huerta mejor labrada da la mejor manzana,
mujer muy requerida anda siempre lozana.
Con estas tres verdades no obrarás cosa vana.
Dejó uno a su mujer (te contaré la hazaña;
si la estimas en poco, cuéntame otra tamaña).
Era don Pitas Payas un pintor en Bretaña;
casó con mujer joven que amaba la compaña.
Antes del mes cumplido dijo él: -Señora mía,
a Flandes volo ir, regalos portaría
Dijo ella: -Monseñer, escoged vos el día,
mas no olvidéis la casa ni la persona mía.
Dijo don Pitas Payas. -Dueña de la hermosura,
yo volo en vuestro cuerpo pintar una figura
para que ella os impida hacer cualquier locura.
Contestó: -Monseñer, haced vuestra mesura.
Pintó bajo su ombligo un pequeño cordero
y marchó Pitas Payas cual nuevo mercadero;
estuvo allá dos años, no fue azar pasajero.
Cada mes a la dama parece un año entero.
Hacía poco tiempo que ella estaba casada,
había con su esposo hecho poca morada;
un amigo tomó y estuvo acompañada;
deshízose el cordero, ya de él no queda nada.
Cuando supo la dama que venía el pintor,
muy de prisa llamó a su nuevo amador;
dijo que le pintase cual supiera mejor,
en aquel lugar mismo un cordero menor.
Pero con la gran prisa pintó un señor carnero,
cumplido de cabeza, con todo un buen apero
Luego,  al siguiente día, vino allí un mensajero:
que ya  don Pitas Payas llegaría ligero.
 Cuando al fin el pintor de Flandes fue venido,
su mujer, desdeñosa, fría le ha recibido:
cuando ya en su mansión con ella se ha metido
 la figura que pintara no ha echado en olvido.
Dijo don Pitas Payas: -Madona, perdonad,
mostradme la figura y tengamos solaz
-Monseñer -dijo ella- vos mismo la mirad:
 todo lo que quisieres hacer, hacedlo audaz.
Miró don Pitas Payas el sabido lugar
y vio aquel gran carnero con armas de prestar.
 -¿Cómo, madona, es esto? ¿Cómo puede pasar
 que yo pintar corder y encuentro este manjar?

Como en estas razones es siempre la mujer
sutil y mal sabida, dijo: -¿Qué, monseñor?
¿Petit cordero, dos años no se ha de hacer carnero?
Si no tardaseis tanto aún sería cordero
Por tanto, ten cuidado, no abandones la pieza,
no seas Pitas Payas, para otro no se cueza;
Incita a la mujer con gran delicadeza
y si promete al fin, guárdate de tibieza.

Paco Ibáñez canta a Juan Ruiz






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